domingo, 17 de enero de 2010

Orillas del Duero



Se ha asomado una cígüeña a lo alto del campanario.
Girando en torno a la torre y al caseròn solitarío;
ya las golondrinas chillan. Pasaron del blanco invierno,
de nevascas y ventiscas los crudos soplos de infierno.
Es una tibia mañana.
El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana.

Pasados los verdes pinos,
casi azules, primavera
se ve brotar en los finos
chopos de la carretera
y del río. El Duero corre, terso y mudo, mansamente.
El campo parece, más que joven, adolescente.

Entre las hierbas, alguna humilde flor ha nacido,
azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,
y mística primavera!

¡Chopos del camino blanco, álamos de la ribera,
espuma de la montaña
ante la azul lejanía;
sol del día, claro día!
¡Hermosa tierra de España!


Miré por un día por uno de los encantos que tiene mi ciudad,una maravilla convertida en obra de arte,y que necesito visitar de vez en cuando porque recibo de ella una gran sabiduria,siempre que voy me enseña algo,siempre me trae vientos nuevos,agua buena y sueños que se cumplirán pasito a pasito,sin correr ningun riesgo,pensando en el presente pero no descuidando el futuro.
Eres una ciudad de palabras,siempre tendrás palabras bonitas,mientras viva y pueda decirtelas lo haré,porque sólo tu sacas de mi toda la fuerza e ímpetu que llevo dentro,dejame pisar una vez más esas piedras que tantos años he pisado,y seguramente volveré a descubrir que eres mi ciudad,mi bella y maravillosa ciudad.


Aires nuevos,brisa buena.